Espacio dedicado a relatos cuentos y otros no tan cuentos.
CUEVA HUMANA.
Galopa el rocín de mi corazón; preciso a desbocarse al
precipicio del sueño eterno
con desfogadas
percusiones de bombeos sanguíneos descontrolados.
El crepúsculo aún no se hace viejo. Y la noche está en su
cara más obscura.
Mis sábanas se han tornado sudorosas; me empapan de ese
líquido salino, pegajoso y mal oliente
que exudan los cuerpos que se sienten aterrados.
A bocanadas prolongadas pero sofocadas; tiro del poco aire
que no me esquiva para encrudecer mi agonía. Esta pesadilla parece tan real que
no tengo conciencia si siempre me he mantenido
despierto.
De un reflejo tosco me pongo sentado; escudriño la realidad
de todo. ¡ Si, estoy despierto!
¡ahhhhh que terrible pesadilla!. Soñé que mi lengua era una Serpiente
Venenosa; que al abrir mi boca de un certero latigazo de cabeza clavaba sus
colmillos en el cuello de aquel que frente a mi estuviera y una vez paralizado
lo engullía poco a poco.
Despabilé mis ojos; palpé con una mano la otra, mis piernas,
mi torso y mis dedos pasearon en el contorno de mi petrificada cara. ¡CARAY
SÓLO FANTASEABA!
Más aún no quedé sereno; clavé mi cabeza en la profundidad
de la almohada queriéndome reconciliar con Morfeo. Pero en mi nuca resollaba el
miedo como el aire chillante que pasea entre las tumbas, era frio, continuo,
apabullante.
Simulé caer en profundo descanso para ver qué sucedía; aterrado,
petrificado con las pupilas dilatadas de espanto; fui testigo cómo mis labios se
entreabrían poco a poco, como dos hojas
de puerta de roble tallado en aquella casa vieja de la pradera donde los
abuelos murieron. Para sin oponer resistencia
a la fuga ; someterse a un mortal viperino negro con ojos de fuego y
cuerpo de sable.
Sin movimiento; ni siquiera del tórax para respirar,
observé cómo aquel monstruo torcía su
cráneo afilado hacia la obscuridad de mi presencia; sólo para asegurarse que su
cueva humana ya dormía profundamente o de lo contrario volver hacia atrás.
J CARL RIMONT.
TREN AL PARAISO.
Hacía ya algunos
otoños que la amorosa madre aventajó camino para preparar un lugar en el nuevo destino
que aguarda a los mortales cuando sus acciones dan como premio el paraíso.
Józef no rebasaba la
edad de los ocho años cuando a su madre;
a causa de una enfermedad mortal en su tiempo se le terminó de tajo la existencia.
Su padre Nikolai benévolo y cariñoso; hombre dedicado a las
letras no dejó que aquél infante notase la falta de ese cariño tan importante a tan corta edad. Procuró cubrir ambos afectos
de la manera más ferviente y dedicada.
Asentados en la localidad
de la Toscana provincia italiana; vivían temerosos de lo que se escuchaba de
aquella guerra interminable y cada vez más cercana a sus vidas, sin embargo la
existencia debía seguir su curso por lo que en la medida de lo posible trataban
de no pensar en ello.
Pero el ignorar la
guerra no la borraba de la realidad; ni mucho menos la desaparecía. Pensaba Nikolai,
cuanta persecución, muerte y exterminio por un ideal mal encausado; a pesar de dedicarse a las letras, Nikolai no
encontró nunca un calificativo que reflejara exactamente lo que pensaba acerca
de esta atrocidad.
Tiempo del führer
Adolfo, quien parecía estar dispuesto si era necesario a mandar al otro mundo a
medio planeta para materializar sus sueños; arrasó gran parte de Europa y los
talones de Nikolai y su hijo se sentían pisados cada vez más por los nazis, ya
que prácticamente estaban a la vuelta de la esquina y en cualquier momento
arribarían al pequeño poblado.
Una tarde; sin previa
alarma o aviso empezaron a desfilar carros atestados de oficiales por toda
aquella zona y llevaron con ellos a todo aquél
que su raza lo condenara a los campos de concentración; dicho de otro
modo; a la muerte.
Entraron a la casa
aquellos oficiales; ya casi era de noche, Nikolai y su hijo tomaban la merienda mientras
platicaban de sucesos de ambos en su apacible jornada. Les ordenaron con tono
despectivo y arrogante que se encaminaran al camión para su traslado.
Józef sin entender qué
sucedía; aunque en el fondo sabía que no era nada bueno debido a la manera de
hablarles y los gestos de aquellos hombres miró aterrado a su padre y preguntó.
¿Qué sucede papá? ¿A
dónde nos llevan estos hombres? Nikolai tragó saliva y con la mayor
tranquilidad posible que se puede fingir dijo; ellos nos llevarán junto a tu
madre. Józef extrañado ante la respuesta de su padre al saber perfectamente que
ella estaba muerta, le preguntó de nuevo, papá no entendí; ¿cómo es que ellos
nos llevarán a reunir con mi madre?. Nikolai volteó la mirada a la altura de los
ojos del niño y con una tristeza profunda le dijo, hijo no hagas por el momento
más preguntas; ya lo sabrás todo.
Por algunas horas
viajaron en aquél camión; al cual dejaron de subir prisioneros hasta que
quedaron únicamente con movilidad en la cabeza, porque el cuerpo se puede decir
prácticamente quedo fundido con las personas de al lado.
Por caminos enlodados,
brechas que en otro tiempo llevarían a hermosos lugares ahora solo se dirigían
a un destino mortal, incierto, sin esperanzas.
Los niños que viajaban
entre los adultos enredados en las piernas debido a la estatura; sentían una
asfixia quizá tan desesperante como el estarse ahogando en medio del mar. Decían
entre llanto y algunos pequeños gritos a sus padres que por favor querían bajar
de aquel bólido de acero o que los alzaran en brazos, tarea por demás
imposible.
Józef tomado de la
mano de su padre no emitía reclamo o sonido alguno, sólo respiraba lo más
profundo que sus pequeños pulmones le permitían, y allí confinado junto a su
padre arribó a su destino. Era una estación férrea en la cual eran deportados a
los distintos campos de concentración; Auschwitz era quien los recibiría con
las fauces abiertas.
Viajaron por tiempo
imposible de contar en medio de aquél calor sofocante; obscuridad más que eterna
y hedores de cuerpos sucios, enfermos y desechos fisiológicos imposibles de
contener por los viajantes. Pero a Józef le ocupaba dentro de su mente
inocente e ingenua lo que su padre le había dicho, que ese viaje
los reuniría con su extrañada madre.
El poderoso rugir de
la máquina sobre los rieles y durmientes, que inmutados al sufrimiento de quienes los
transitaban; acusaba el avance lento pero seguro a un sufrimiento que de no
haber existido quién lo haya experimentado, sobrevivido y narrado, sería
francamente imposible de creer.
En el horizonte casi
al final del día; cuando el sol está a punto de ocultarse y mancha con un tono marrón la mitad de la bóveda celeste; allí
poco a poco se va asomando erguida de manera imponente una gran chimenea humeante, de los crematorios nazis que pareciera la
punta de una bayoneta amenazando al cielo; donde miles de cuerpos quedaron
hechos menos que ceniza.
Rechinan los frenos
del convoy lastimeros y agónicos para hacer el anuncio de su arribo al pedazo
de averno que funge como sucursal en este plano existencial.
Abren las puertas de
aquél furgón, algunos pasajeros caen desmadejados de bruces al piso; simplemente
adelantaron su destino; llueve, el suelo está sembrado de lodo y el agua no
cede en momento alguno. Los uniformes desfilan entre gritos órdenes y caras mal
humoradas, se acercan a los nuevos inquilinos, aunque muy efímera será su
estancia ahí.
Bajan lentamente como
cuerpos ya moviéndose sólo por inercia, saben que el final puede ser en
cualquier momento; ¿qué más dá morir allí mismo o respirar unos días más? se
acerca un oficial con una voz de trueno ,
un matiz de maldad y una crueldad de
hierro grita a todos “ENFILENSE MUGROSOS MAL NACIDOS, HAN LLEGADO AL INFIERNO,
A MI INFIERNO”.
Józef quién con
esfuerzos no propios de un niño de su edad soportó aquella travesía y no
quitándose las palabras de su padre en todo el camino sobre la reunión nuevamente con su madre le dijo:
Papá alguna vez cuando
lloraba por la muerte de mi madre me consolaste diciendo; hijo no entristezcas
que tu madre ahora está unida con el padre Dios y algún día nos reuniremos con
ella.
Luego; me dijiste
cuando estos hombres nos detuvieron que nos llevarían con mi madre; no entendí
muy bien puesto que para unirnos a ella tendríamos que morir e ir al cielo.
Entonces llegamos aquí y lo primero que dijo ese hombre es “HAN LLEGADO AL
INFIERNO” mi madre no está en el infierno, ¿cierto?
Nikolai no pudo
apresar lágrimas que brotaron y corrieron por sus mejillas; pero que la noche ayudó
a disimular perfectamente, las limó de su cara y le dijo con una voz amorosa. Efectivamente
no está aquí hijo, ella está en el cielo; tú y yo únicamente haremos una escala
breve en este lugar; después no viajaremos más
en tren. Nos saldrán alas para alcanzar a tu Mamá en la eternidad.
No les salieron alas
en esos días a Nikolai y a su hijo, los ejércitos aliados desarticularon las
operaciones de aquel centro de exterminio en días subsecuentes. Sin embargo Józef
nunca perdió la fé de tener de nuevo a su familia reunida aunque fuese en la
inmortalidad.
J CARL RIMONT. (D.R
2012)
AUTOPSIA DE UN
ALMA CUALQUIERA.
Sobre la plancha
posa un alma desconocida,
puede ser la de
cualquiera, puede ser de nadie
esta helada, esta
inerte , simplemente murió,
la razón sabremos
en seguida.
Presenta con Contusión
general de sueños,
hemorragia interna
de pasión no atendida,
colapso de
emociones reprimidas,
metástasis
general de soledad y tristeza,
diabetes tipo uno,
por exceso de dulzura en su corazón,
y septicemia en
su grado más avanzado debido a heridas,
no cuidadas
adecuadamente.
Parece haber sido
bastante rijosa ya que presenta
en gran numero
cicatrices, sobre todo en la parte del tórax,
quizá muchas veces
trataron de darle fin de distintas maneras
pero la causa de
muerte verdadera se da a continuación.
Presenta grandes
manchas de llanto por doquier,
causadas quizá por un continuo abuso a
enamorarse de lo que no debía,
inyectarse falsas ilusiones ,denota tortura en exceso antes de morir,
las personas que la vejaron debieron ser un
gran número,
por la gravedad de sus laceraciones, puesto
que las lágrimas fungen como líquido hemático en las almas
como lo hace la sangre en los cuerpos, la manchan de
tal manera
que difícilmente
permiten distinguir su rostro
J CARL
RIMONT (D.R 2011)
CARRERA DE LA MUERTE.
Como dos pequeñas campanillas de esas que usan los
monaguillos a la hora de la consagración
para anunciar que se lleva a cabo, así estaban un par de
testículos; iban de este a oeste en el escroto de su dueño sin más tarea que
contener el elixir que da la mitad de la vida.
Dentro de ellos vivían algunos millones de inquilinos
inquietos y juguetones que siempre estaban alerta a cumplir la tarea para la
que fueron concebidos. A la señal de alerta ante sensación de calor y fricción
inminente, todos se preparaban para ganar la carrera hacia el destino que todos
anhelaban tener, la carrera de la vida, la fecundación.
Allí moraban dos espermas que habían dedicado su existencia
a preparar físicamente para la gran carrera a sus vástagos, los ejercitaban haciéndolos
correr de un testículo a otro lo más rápido que sus colas se los permitían,
querían lograr de ellos, fueran superiores a los demás de tal modo que
aseguraran un lugar en la semilla femenina. La preparación era tan meticulosa
que hasta psicológicamente les decían “ESTÁN PREPARANDOSE PARA LA CARRERA MÁS
IMPORTANTE, LA CARRERA DE LA VIDA” tienen que vencer, ustedes son los mejores,
lleguen primero que nadie.
Una noche, ya adormilados todos empezaban a acorrucarse en
los rincones, empezaron a sudar poco a poco cada vez más; pensaron, que calor
debe estar haciendo afuera, si tan solo nos refrescaran un poco, la temperatura seguía subiendo, la piel se
ponía erizada, con repentinos espasmos de la dermis.
A lo lejos llegó gritando y brincando de emoción un esperma
que dormía poco, porque siempre estaba atento a la alarma de excitación del
cuerpo. ¡¡¡¡CREO QUE HOY ES EL GRAN DÍA, PARECE QUE SE ESTÁ PREPARANDO LA PISTA
PARA QUE SE LLEVE A CABO LA CREACIÓN DE UNA NUEVA VIDA” , todos se prepararon,
¿ quién no quería llegar a ese destino tan añorado? .
Los padres de los espermas que estaban tan preparados desde
hacía tiempo corrieron a levantar y masajear a sus hijos, a fin de cuentas
estaban seguros serían los triunfadores pero no era por demás calentar un poco
esa cola; el cuerpo empezó a subir más de temperatura, continuas sensaciones de
fricción entre piel y piel.
Uno grita; es este el
momento, vamos todos a ganar, los padres de los dos espermas jóvenes amorosamente besaron a sus hijos y
dijeron, ganen esta CARRERA HACIA LA VIDA” .
Corrieron todos, se empujaban unos a otros, se cerraban como
autos de carreras evitando el paso a sus contrincantes, querían ganar y quien
no si “EL PREMIO ERA FECUNDAR UNA VIDA” al llegar al final del túnel de aquella salida que prometía “HAZAÑAS,
CRECIMIENTO Y SUPERVIVENCIA” se empezaron a escuchar gritos desesperados, ¡¡¡¡¡
haaaaaaaaaaaaa, nooooooooooooo, detenganseeeeeeeee, por favorrrrrrrrrr, no
empujennnnnnnnnn ¡¡¡
Una vez que todos
salieron, el silencio fue sepulcral, los padres que se habían quedado para
festejar el triunfo, atónitos ante los
gritos y después la calma echaron un vistazo quedaron petrificados ante lo que
sus ojos contemplaban, la carrera de la vida se había convertido en “CARRERA DE
LA MUERTE” ya que había sido una “MASTURBACIÓN”
MORALEJA: SIEMPRE TE PREPARAS PARA UNA VIDA MEJOR, PERO NO
SABES LO QUE EL DESTINO TIENE PREPARADO PARA TI.
J CARL RIMONT(D.R 2011)
LOS HOMBRES QUE SE AFERRARON A LA
TIERRA.
Existe un antiguo mito acerca del origen de los árboles
viejos,
se dice que en algún tiempo de la existencia de magos,
hechiceros y alquimistas,
estos se reunieron en un sitio inalcanzable para la
humanidad, pero se dice,
que se dio en las coordenadas de un sistema solar próximo al
nuestro.
Coordenadas (J2000)
Ascensión recta (α): 14h 29m 42,95s
Declinación (δ): −62° 40' 46,1"
El origen de esta cofradía se
marcaba por la ambición en demasía que asaltaba a estos monarcas de la magia,
ambición de inmortalidad y de quedar aferrados a la tierra de nosotros los
efímeros humanos. que habían visto en esta quimera el poder infinito de la
riqueza material y del acuñamiento de poderes que los harían casi dioses
carnales.
Acordaron unir sus talentos en cada una de las
artes que mejor conocían, con el único propósito de dar génesis a la fórmula,
conjuro o pócima que hiciera posible lo aun soñado.
Uno de los hechiceros, quizá el
más antiguo de todos en aquél conclave, asistió sin saber el propósito exacto
de la cita, pero una vez que terminaron de exponer sus más tortuosos propósitos
llenos de maldad hacia la humanidad se negó a ser partícipe de tan siniestro designio.
Él poseía quizá; la sabiduría de
todos aquellos ahí reunidos; visiono en ese instante el futuro si tal proeza se
llevaba a cabo, veía un mundo esclavizado y hundido en los más encarnizados y
obscuros deseos de aquella asamblea.
Decidió no unirse a ellos, sin
que lo supieran de manera directa, el no anhelaba aferrarse a esta tierra ni
mucho menos la inmortalidad; ni tampoco que los hombres carnales sufrieran tal
suerte. Pero si darles una lección a todos aquellos magos sin dejar de
complacer un poco lo que ellos deseaban.
Acordaron volver en cuanto
cualquiera de ellos pudiese develar el secreto añorado,
volvió aquél hechicero a su
castillo en las faldas de un volcán dormido, comenzando a trabajar de
inmediato, sin perder ni un brillo de sol, ni un destello de luna para ser él
quién lograra hacerlo antes que todos.
saltó a los mares más
antiguos, pidió sus sabios consejos a cuanta criatura encontró a su paso,
camino entre tundras, estepas y desiertos, en cada uno de estos capto el
conocimiento necesario para poder lograr aquella titánica labor.
el último lugar que visitó fue
un hermoso bosque, más allá de donde la luna va a parir estrellas, casi donde
el infinito deja de serlo. Buscó entre las copas de los árboles, bajo rocas
llenas de lama, entre piedras revueltas en ríos; lo que creía le hacía falta para reunir todos los elementos
necesarios para el hechizo.
Una vez teniendo todo suspiró, levantó la
mirada al horizonte y se le revelo la idea final para su lección que planeaba.
El caldero recibió ansioso todo el compendio de
partículas de cada rincón de la tierra, y así finalmente todo estaba hecho. Convocó
a una nueva reunión para la noche siguiente en que hubiese luna llena. Pero al
ser él el hechicero que logro la proeza puso sus términos y solicito se unieran
en el último bosque que visitó.
La luna llena se asomo un
diecinueve de mayo, el año no importa, todos vitoreaban al que llamaron el más
grande de todos los tiempos, aquél que les daría lo que tanto habían soñado.
Las instrucciones fueron dadas
por aquel hechicero, tomarán una gota del elixir y se internaran en este bosque
para que sean cubiertos por el último elemento que no pudo contenerse en el
frasco, está en el aire de este bosque y así, una vez respirado el último
elemento estarán eternamente ligados a esta tierra.
Uno a uno desfilaron
saboreando, más que el contenido de aquella botella, los placeres y poderes que
tendrían. Una vez que todos pasaron, se fueron internando en aquél bosque tal
como les fue indicado.
Fue bebida la lágrima final de
la poción y así el destino estaba cumplido, el hechicero se retiró de aquél
bosque para volver a la siguiente noche.
Cuando la cortina de estrellas
cobijó el día, volvió y miró como todos aquellos magos, hechiceros y alquimistas
llenos de avaricia, sed de poder y cegados por la codicia inmunda; se habían
convertido en árboles de distintos tipos. Se colocó al centro de todos ellos y
les dijo:
Amados amigos, ahora quizá
para ustedes dejé de serlo, por lo que están padeciendo, pero explicare y verán
como todo se cumple así como lo pidieron.
Ustedes deseaban ser grandes
entre los grandes de esta tierra, los convertí en hermosos árboles que casi
tocan el cielo, querían ser fuertes, el viento podrá soplar incontenible sobre
ustedes, pero difícilmente los hará
caer; deseaban que los humanos los amaran, y para ellos serán ustedes símbolo
de paz y amor, se abrazaran a su tronco como muestra de cariño y afecto y lo más importante de las peticiones, querían
aferrarse a esta tierra, por eso hice que echaran raíces, tan profundas que
nadie sabrá que ustedes estarán aquí por toda la eternidad, lo único que
delatara su edad, será las arrugas que tengan en la corteza.
J CARL RIMONT. / D.R 2012
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